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Por Andrés Miguel

Tractoradas


"No muerdas la mano que te da de comer", decía un cartel colgado de uno de los tractores agrícolas que colapsaron el tráfico a lo largo, al menos, del Paseo de Zorrilla de Valladolid los pasados días 2 y 6 de febrero.

Pongámoslo claro desde el inicio: ninguna de las reclamaciones que el sector agrícola y ganadero de nuestro país ha puesto sobre la mesa en estos días me parece insignificante y, una por una, las apoyo de manera ferviente; es más, soy más que consciente de su situación porque tengo amigos cuya vida se desarrolla, desde hace generaciones, ligada al trabajo de la tierra, a las inclemencias del tiempo y al devenir de políticos que desconocen por completo el sector que se empeñan en regular, cuando no a especuladores que incumplen sus contratos o aprovechan situaciones de debilidad.

Miren, la cosa es tan disparatada que, en este país ecológico-afectivo-feminista-liberal, el país de las "matemáticas afectivas", preferimos importar la fruta de Costa Rica, Marruecos o Perú (casi 3 millones de toneladas al año) que comprársela a agricultores del Levante o de Andalucía, a quienes asfixiamos a impedimentos y normativas que, por cierto, no exigimos a costarricenses, marroquíes o peruanos. Roza lo esquizofrénico que importemos patatas, garbanzos, alubias, judías, lentejas, naranjas, limones, manzanas, peras, fresas, frambuesas, arándanos...

Desde el Gobierno, en su práctica habitual de echar las culpas a otros, vienen cargando las tintas en los propios agricultores, en los intermediarios y, en breve, en la "fachosfera", culparán a cualquiera que se mueva fuera de su esquema, regarán con cuatro perras a unos pocos agricultores con fondos de la UE (que estarían metidos en algún cajón desde hace meses, pendientes de asignar a un cuñado, un amigo, un siervo...) y pasarán a otro tema. Entretanto, nuestros agricultores y ganaderos, a seguir sufriendo, a vender a pérdidas y mantener sus explotaciones porque no tienen otra cosa desde hace varias generaciones, porque es su modo de vida y no conocen otro.

Ahora bien...

La distancia entre Valladolid y Pedrajas de San Esteban roza los 45 kilómetros. Un día cualquiera, haga frío o calor, puede costarme entre 33 y 35 minutos recorrerla en coche. El pasado día 2 de febrero el viaje me llevó 1 hora y 13 minutos. Y eso, llámame egoísta, me parece mal, qué quieres que te diga. Por el camino pasé de ser un ferviente defensor de las demandas de agricultores y ganaderos, a cagarme en las muelas del que inventó el John Deere, por decirlo finamente.

No me parece justo, no es equilibrado, que las tractoradas se convoquen para provocar el mayor caos circulatorio posible, en la creencia de que, cuanto más gorda se monte, más caso van a hacerles.

Sinceramente me parece que los agricultores no están valorando adecuadamente la posición y el aguante del común de los ciudadanos, ése que compra el fruto de su trabajo, de hecho, la mano que les da de comer. Espero que no se vuelva contra ellos el bloqueo de las calles y las carreteras, que no provoquen la ira de conductores que van o vuelven del trabajo, que acuden al hospital o a recoger a los niños a la salida del cole. En realidad, no entiendo que para reclamar un derecho haya que perjudicar el derecho de otros.

Les deseo suerte en sus reclamaciones, pero no puedo apoyar las formas... y bien que lo siento.