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SpeaKers Corner

Por Andrés Miguel

?Ganao de todo tipo?


La semana pasada me enviaron un artículo de prensa cuyo título era “¿Cuál es la mejor torrija de Madrid?

Y digo yo: La que tiene Pedro Sánchez, seguro…

Pero si llegan a preguntar cuál es la mejor del mundo, gano yo… tengo mis razones.

 

Ya te cuento:

Hace unos días me apunté a la Asociación Taurina de mi pueblo y, el día en que me envían un guasap de bienvenida, pulsé en no sé qué tecla y me salí del grupo… manda huevos…. 150 tíos leyendo que el torpe de Andrés se sale del grupo…

 

El repaso que me pegó mi señora no tiene parangón… en ese momento hubiera preferido estar en medio de la Plaza de Las Ventas frente a un morlaco de Vitorino… ni de lejos es más astifino el bicho este que las puyas de la que manda en casa.

 

Te aseguro que recibí una cornada lo menos con tres trayectorias, 20 centímetros hacia arriba, 15 hacia abajo y 15 hacia el interior del muslo, pero, gracias a que soy de Pedrajas, me libré de ser intervenido quirúrgicamente por el personal interino del kiosko de prensa que hay enfrente del Hospital Clínico, sin anestesia, por gilipollas.

 

A ti que me lees igual te preocupa mi salud, cosa que agradezco, pero no quería yo hoy hablar de enfermedades, sino de toros, ¡Ole, aquí un valiente!

 

Con la que está cayendo, proclamarse taurino requiere, a veces, de valor y temple.

 

En redes sociales, en la prensa más mediática, en los ambientes progres, en la política “Netflix”, lo taurino no está bien visto. Se identifica lo taurino con lo cutre, con lo viejo, con lo sangriento, la derechona y la falta de humanidad.

 

He de decir que, entre los aficionados taurinos, como dice el alcalde de mi pueblo, “hay ganao de todo tipo” y eso es algo que no puede decirse en otros ambientes, en otras actividades sociales y/o culturales, más tendentes a excluir a quien no piensa igual o a quien no se manifiesta dentro de la línea oficial.

 

Me gustó éso en mi primer día en la Asociación, especialmente éso, que “aquí hay ganao de todo tipo”.

 

No sé si la mía será la mejor asociación taurina del mundo, puede que sí, pero pocas habrá, de cualquier cosa, en las que, el día en que te apuntas, se celebra comida de hermandad y te regalan un polo de Victorio y “Arenas”.

 

Y en la comida (patatas con costilla y macarrones para detener un huracán, hojaldres de Pedrajas y vino del bueno) descubrí a gente con la que de joven compartí muchas vivencias, pero también a otros muchos con los que nada tuve, con los que nunca hablé, jóvenes, mayores, de mi quinta, hombres, mujeres, del Madrid, del Barsa, del Pucela, fontaneros, electricistas, carpinteros, estudiantes, amas de casa, policías, bancarios (a quienes perseguía el policía), albañiles, controladores aéreos, militares, jardineros… y todos juntos colocamos las mesas y los cubiertos, juntos comimos como leones, reímos, departimos comentando las futuras actividades de la asociación, incluso le cantamos el cumpleaños feliz a un tío que tenía yo al lado y al que no conocía de nada que se comía las guindillas a puñaos... (luego me enteré de que es el hermano del presidente, así que es un tío elegante y no hay más que hablar, puede comerse las guindillas cuando quiera, sólo faltaba…).

 

Si esa sintonía la genera la afición a los toros, lo taurino mal no está.

 

Soy consciente de que a todo se le puede dar la vuelta, de que esto que yo veo como provechoso, como excepcional en este mundo crispado por todo, habrá quien sólo vea “tortura animal” y “fascistas”. Sin embargo, tengo para mí que más nos valdría a todos aprender de los taurinos, quienes tantas veces muestran más educación y altura de miras que todos los “anti” que me he echado a la cara, muchos de ellos subvencionados.

 

Lamentablemente no le auguro a la Feria mucha vida por delante.

 

Por suerte yo no la veré desaparecer, tengo una edad, pero mucho me temo que va a ir quedando arrinconada en los libros de historia y en los documentales de la 2.

 

Y en esa deriva hacia la desaparición, se esfumará también gran parte de nuestra cultura, de nuestra lengua, de nuestros valores, de nuestra forma de ser y comportarnos.

 

Sólo me queda la esperanza de que, tantos jóvenes como vi en mi Asociación, sepan darle la vuelta a esta situación y, con el tiempo, sean capaces de reavivar el compendio de sentimientos, cultura, emociones y comportamientos que acompañan a la Tauromaquia, por cierto, declarada (Ley 18/2013 de 12 de noviembre) Patrimonio Cultural digno de protección en toda esta piel de toro. Casi nada…