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Recetas para educar

Por Juan Carlos López

Docentes del Google Maps


Este post de hoy lo escribe mi hija Celia López Santos, futura maestra. 

Un niño desorientado es un niño perdido. No podemos permitirnos perder alumnos. Como docentes, y más específicamente en el caso de los tutores, es nuestra labor orientarlos. Por ello, tenemos asumir el rol de GPS, ser el Google Maps que les guíe en su viaje educativo. ¿Cómo nos convertiremos en Google Maps?

En primer lugar, conociendo el punto de partida. Para conseguir esto, hay que conocerlos a ellos, convertirnos en sus propios fans. Conocer sus gustos, sus aficiones, sus puntos fuertes y los no tan fuertes. Detectar sus talentos para poder sacarlos partido. Un buen maestro es el ídolo de muchos de sus alumnos, imaginemos lo que puede suponer que su propio ídolo sea su fan, para muchos será un sueño. Pero, ¿cuándo hacemos esto? Las tutorías son el momento oportuno acompañado de los momentos del día a día en el aula. Ahora bien, ¿cómo los conocemos? Dialogando y observando. Hablando con ellos, preguntándoles por su fin de semana, qué tienen de comida, cómo se sienten... Por otro lado, como hemos mencionado, la observación es clave. Ver en qué asignatura les brillan los ojos y en cuales hacen "Puff" al sacar el libro. Analizar la relación de estas reacciones con las materias, ¿realmente se cumple la jerarquía clásica de la educación? ¿Matemáticas es lo importante y plástica una 'maría'? ¿Inteligente solo es el alumno que domina el cálculo mental? Tal y como afirmaba Robinson, creemos que el concepto de inteligencia necesita un lavado de cara, al igual que la "reputación" que tienen las asignaturas. Asimismo, no debemos ignorar las artes, ya que son el despertador de la creatividad, habilidad imprescindible en el trayecto educativo.

Una vez conocido el punto de partida, la aplicación de Google Maps nos pide seleccionar destino final y aquí llega el problema planteado por el ponente ¿qué destino? Más bien ¿cómo será el destino? No sabemos cómo va a ser el futuro, ese lugar hacia el que estamos yendo, entonces ¿qué les enseñamos? Algo está claro, de nada nos valen alumnos como recipientes de conocimientos, necesitamos alumnos con habilidades, con capacidades que les sirvan para desenvolverse en el destino final. El maestro orientador es el encargado de enseñarles estas estrategias y dar una utilidad a los contenidos, aunque esto conlleve educar en la incertidumbre. 

Ya hemos configurado la ruta, ahora ya podemos iniciar el viaje. No tardarán los mismos minutos. Cada alumno irá a su ritmo, nosotros somos los copilotos y nos adaptaremos a él. Tal vez, en ocasiones habrá que proporcionarle rutas alternativas más adaptadas a su estilo de aprendizaje. Cada alumno se topará con obstáculos diferentes y nuestra labor como orientadores es saber ayudarles a sobrepasarlos. Habrá momentos en los que tendremos que enseñarles a poner la luz de emergencia y eso también es necesario. Enseñarles a controlar sus emociones a ser conscientes de que hay que parar para reparar.

Ahora hay que conseguir que nuestro alumno se interese por la ruta, de nada nos vale que siga las indicaciones como un conductor pasivo. Necesitamos conductores activos. Es entonces cuando el tutor que ya es conocedor de cada uno de los alumnos adapte la ruta a ellos, la conecte con los intereses. Queremos que disfruten del viaje, de la música de la radio y que tengan el clima adecuado para ello. Somos nosotros los encargados de fomentar dicho clima. Tenemos que hacerles ver, como decía Robinson, que el error es bueno. Si se equivocan lo único que pasará es que el GPS tendrá que recalcular y buscar una nueva ruta y hacerles ver que esta podrá ser una nueva oportunidad de aprender.

Nuestra función como Google Maps en algunos será indicar, pero en otras ocasiones simplemente acompañar, estar ahí y transmitir seguridad. Porque la educación y la orientación van de acompañar. En algunos casos necesitaran indicaciones más simples, pero a otros alumnos un "gire a la derecha" no les va a servir, necesitarán más. Tenemos que adaptarnos a ellos, no podemos tener miedo a los alumnos diferentes. Está claro que lo "cómodo" es tener una lista de indicaciones a seguir que funcione con todos y qué todos los alumnos sean alumnos fotocopia, pero ¿eso realmente nos beneficia? Cuanto más número de rutas alternativas sepamos más nos enriqueceremos como docentes. 

Poco a poco irán interiorizando la ruta, y serán capaces de continuar sin indicaciones. Así, cuando se pierda la conexión, ellos solos sabrán continuar sin necesidad de seguir Google Maps. Si conseguimos esto, entonces hemos logrado nuestra labor como orientadores y tutores.

Por otro lado, no solo somos Google Maps, sino que también somos el personal training de nuestro alumnado. Somos los encargados de entrenar sus capacidades. Como decía Ken Robinson hay alumnos que nacen con el don de la creatividad y otro que necesitan ejercitarlo. La imaginación se entrena al igual que otras habilidades, los docentes somos los entrenadores de la creatividad. Dicen que un adulto creativo es un niño que ha sobrevivido. Consigamos que nuestros niños sobrevivan.

La retroalimentación es la gasolina del motor de este coche llamado aprendizaje. El feedback, las notas de ánimo en los exámenes, las palabras bonitas… son el impulso para seguir. Pensemos que para muchos de nuestros alumnos el tutor es la única persona que cree en ellos. Dicen que los alumnos que son queridos en casa vienen al colegio a aprender, pero que los que no son queridos en casa, vienen al colegio a ser queridos. Somos su segunda oportunidad. Hagamos que merezca la pena.

Compartamos nuestra visión y logremos nuestra misión, haciendo ver al mundo el valor de nuestra profesión.