Los datos asustan: En España uno de cada diez niños es víctima del bullying. El 85% de los niños que lo sufren no se lo cuenta a sus padres. Ocho de cada diez adolescentes han sido espectadores de acoso escolar.
Los suicidios son la primera causa de muerte infanto-juvenil (¿no es terrible?, la cifra duplica a los accidentes de tráfico) y el 17% de los acosados lo intenta. Desde la pandemia han aumentado un 50% las urgencias psiquiátricas en jóvenes y 47% los problemas de ansiedad.
Hay que hacer algo, no podemos mirar para otro lado.
¿Qué es el bullying? Es una agresión física, verbal, o psicológica repetida en el tiempo (pueden ser amenazas, coacciones, aislamiento deliberado, vejaciones, agresiones...) en la que existe un desequilibrio de poder que provoca que la víctima no pueda defenderse y que haya una intencionalidad de hacer daño por parte del agresor. Bueno yo creo que a veces, aunque no haya intencionalidad, cuando las “bromas” son continuas y pesadas también es bullying.
Éste puede ser de manera presencial o por medios digitales: el ciberbullying ¿Qué no es bullying? Lo que no es acoso escolar, es un desencuentro puntual con un compañero, una pelea en la que se ha visto envuelto con algún amigo.
Vamos a analizar un poco más: Hoy en día nos encontramos con familias que son un verdadero lío: tenemos familias mal separadas, en las que los niños lloran cuando llegan las vacaciones porque no quieren ir a casa de uno de los progenitores. La comunicación a veces no fluye: muchos niños no hablan con sus padres y los padres tampoco lo hacen con sus hijos. Hay padres que es mejor que no estén con sus hijos por el mal modelo que representan. Y otros que o no los ven o, aunque compartan techo, no comparten mucho trato. Sí, a veces los queremos mucho a nuestros hijos, pero los queremos mal.
Una cosa que me lleva sorprendiendo desde hace unos años, es encontrar a adultos que hablan mal de sus padres, algo increíble para los que hemos tenido padres dedicados a serlo. Pero cuando empiezas a rascar en cómo era su vida cuando eran niños, lo entiendes.
Por ello la escuela y el instituto se convierte en la segunda oportunidad para algunos niños.
Pero la escuela también tiene sus lagunas. Partiendo de lo difícil que es ser docente, a veces teniendo que ser juez, cuando los niños te intentan engañar, otras policía, y mientras intentar hacer malabares para enseñar tu asignatura. A los docentes nos falta formación sobre el tema. El 70% no se considera preparado, y el 71% de los padres piensan que a los profes les falta formación en este tema. Hoy es increíble cómo un maestro puede salir de la escuela universitaria sin haber estudiado lo básico de pedagogía para ser un buen docente. Se tiene que buscar la vida para aprenderlo.
En las escuelas y los IES estamos cegados por unos currículos demasiado densos, que nos llevan con el gancho, sin poder respirar. Hay momentos en los que la vida es más importante que el currículo, también dentro de la escuela. Hay que saber parar. Hace diez años un profesor de un IES de Castilla y León, sufrió el suicidio de un alumno, al llegar el día siguiente a clase, se puso a llorar y con las manos sobre la mesa dijo a sus alumnos “Soy una mierda, si en un año no he sido capaz de ver que vuestro compañero necesitaba ayuda, ¿para qué vale mi trabajo?”
Los equipos directivos, necesitan formación para aplicar los protocolos de los planes de convivencia que son obligatorios, cuando sea conveniente. Hay que quitarse la idea que cuando se intervine en un caso de bullying da mala fama al centro. Es como si un país reacciona frente los terroristas o delincuentes tomando medidas, no será un mal país, sino un país que defiende a sus ciudadanos.
Las administraciones políticas deben ser inflexibles y dotarnos de leyes o aplicar las ya existentes, para que en este asunto la tolerancia sea 0.
Volvamos al bullying. Estamos ante un triángulo con tres protagonistas: el agresor, el superviviente (No me gusta el nombre de víctima) y los observadores. Los observadores pueden ser: asistentes (ayudan al acosador), reforzadores (le jalean y comentan positivamente), los pasivos externos (no se inmiscuyen) y los defensores (toman partido por la víctima, lo apoyan lo consuelan, normalmente después de haber ocurrido, no antes ni durante).
Y, ¿por qué el acosador acosa? Hay varias razones, por envidias, porque “ser torpe no esta de moda, pero ser malo si” Y si se van a reír de mi por ser torpe, me hago el gallito y tengo prestigio. Normalmente el acosador suele tener un trastorno de conducta: trastorno de conducta desafiante, dificultades de aprendizaje o atención. El acosador muchas veces revierte la situación contando a sus padres que el niño acosado le ha provocado.
Un niño acosado, puede volverse agresivo con los padres, él piensa mis padres me obligan a ir a donde me agreden.
Soluciones:
Empecemos por las casas, los padres necesitan formación, pero no es fácil hacérsela llegar. La participación de los padres en las charlas informativas de Escuelas de Padres, es muy muy mínima, no llegamos al 10%. Es preciso aprovechar las reuniones y las tutorías de profes con padres para hacerles llegar pautas educativas para sus hijos. Muchos las necesitan a gritos.
Los padres deben estar muy atentos y deben hablar con sus hijos, para detectar tanto si su hijo es acosado o acosador. La asociación NACE (No Al aCoso Escolar) habla de la regla de las cuatro Cs: Cambios, ver cosas que ahora pasan y antes no (bajada de notas, cambio de ritmo de sueños de comida, perdida o deterioro de material escolar, desinterés por salir). Campanas. hacer campanas o pellas (faltar a clase). Cuerpo, el cuerpo no miente, si se encoge, mira al suelo, se asusta fácilmente de cualquier gesto. Costumbres, si llega el último a clase o sale el primero para no coincidir con los agresores.
Lo primero es detectar, hacer caso al niño, saber si nos dice la verdad, y ponerlo en conocimiento del centro educativo. Hay que tener cuidado pues a veces al pasar de primaria a secundaria, pasan de ser acosados a acosadores,
Hablar y preguntar directamente a los hijos, si han visto algún caso de intimidación o lo que ellos piensan al respecto.
Los padres al ir a las reuniones de profesores es bueno preguntar al profesor ¿Dónde se sienta mi hijo? ¿Está contento? ¿Participa? ¿Qué hace en el recreo? ¿Con qué amigos va?
Intentar que haga actividades fuera del colegio, que tenga otros amigos, pues el acosador le quiere solo. Si tiene un grupo de amigos, un tercio del problema está solucionado, si los amigos están en el contexto escolar, dos tercios del problema están arreglados.
En casa dialogar, escuchar. Enseñarle a denunciar perfiles en redes sociales. Reforzar autoestima. Buscar ayuda por parte de la escuela
Los padres debemos saber la ruta de actuación: tutor, jefe de estudios, director, inspector, Consejería, y llegado el caso medios de comunicación. O denuncia al fiscal de menores. Está claro que si no se pone solución, hay que denunciar.
Seis frases que no se puede decir nunca (recomendaciones de NACE: Asociación No Al Acoso Escolar).
1. Tú no hagas caso. La humillación diaria no se puede soportar
2. Ya se cansarán. Si no actúas, el acoso aumenta.
3. No es para tanto. Cada uno sabe qué le duele y cómo le duele. Siempre recordaré cuando Gonzalo con cinco años me dijo que se había caído, y le respondí “No pasa nada” y él me dijo que “Sí pasa nada Teacher, si pasa nada”.
4. Si te pegan, pega. Quién sufre acoso no se puede defender. Hay que defenderse claro, pero con la ley, con apoyo del profesor, del colegio
5. Estás exagerando. Solo te está contando la mitad de lo que pasa.
6. Es que eres… Necesita apoyo y confianza.
Colegios. Urge formar a los docentes, nunca mirar para otro lado. Si atajamos los resfriados, prevenimos las pulmonías, hay que intervenir cuando antes. No decir “Son cosas de niños” (ésta es la peor de las frases), pues no lo son, son cosas que le pasan a los niños, pero que deben resolver los adultos.
Hay que preparar a los “observadores defensores”, para que no sean considerados simplemente chivatos. Para ello es importante que los tutores tengan al menos una tutoría individual siempre con cada alumno ¡¡Qué menos que hablar una vez al año con sus alumnos de manera individualizada!! Y hacerlo en privado. Los colegios deben tener un protocolo de actuación y hacerlo cumplir.
En Japón los maestros tienen una hora de cuidado de parques en la calle. En los colegios, debemos observar bien la salida si sabemos que hay riesgo de bullying, incluso deberíamos articular, algún medio para las vigilancias de la calle (policía, u otros agentes sociales). Medidas de acompañamiento, salidas, entradas, recreos... Es muy importante la presencia policial en los alrededores de muchos de nuestros centros educativos, insisto si cuidamos los resfriados...
En el libro “Te espero al salir de clase” de Pablo Duchement (profesor y perito judicial que padeció el bullying), una persona confiesa: En el cole un niño me hacia bullying. En casa mi hermano me hacia bullying. En mi trabajo el encargado me hacia bullying. Hoy estoy casada y mi marido me maltrata.
Esto hay que pararlo ya. Hoy tenemos webs como: “dilo todo contra el bullying “o NACE, Save the children, que están luchando por ello
¡Ah! Y el factor más importante, como nos indica el exjugador de baloncesto de la ACB Iñaki Zubizarreta es romper el silencio. (Os animo a ver las charlas de Iñaki que están ayudando tanto a que nadie pase lo que el pasó).
Al acoso hay que llamarlo por su nombre, es un tipo de violencia. No es un juego y no podemos justificarlo. Todos somos parte del problema. No refuerces a un acosador con tu silencio. No mires nunca para otro lado. No es sólo cosa de niños.