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Menudo Panorama

Por Pedro Santa Brígida

La España de la frágil memoria


Los días siguientes de aquel trágico 11 de marzo de 2004 los españoles, consternados, compartíamos unidos el dolor por las víctimas inocentes de la peor barbarie terrorista que habíamos padecido. Ayudaba la enorme experiencia en la materia de la que ya disponíamos, gracias a los asesinos de ETA. Veinte años después, este país es otro. Polarizado hasta la estupidez, incapaz de valorar la historia común e interesadamente ajeno al pasado reciente. Como si jamás hubiera ocurrido. Qué poco hemos aprendido.

No comparto la nueva política. Echo de menos la formación intelectual, moral y vital de quienes parieron y sustentaron con tolerancia, generosidad y trabajo la Transición después de cuarenta años de dictadura. Admiro a la generación que me precede, a quienes sufrieron en carne propia una guerra civil y supieron salir adelante con gran sacrificio y renuncias. Los que han hecho posible el bienestar del que disfrutamos hoy una mayoría de españoles.

Hace veinte años este país, con todos sus defectos, dificultades y carencias, todavía era reconocible. Parecía un país. Ahora "no nos conoce ni la madre que nos parió", que diría Alfonso Guerra, el que fuera el vicepresidente más conocido de los gobiernos de Felipe González. ¿Qué ha pasado para que ni en el aniversario de los atentados terroristas de aquel fatídico 11 de marzo hayamos visto unidos a nuestros políticos? Menudo ejemplo.

El Gobierno que preside Pedro Sánchez no invitó a la oposición política al evento que iba a celebrarse en Madrid. La ridícula disculpa fue que el protocolo lo organizaba la Comisión Europea porque era un acto de homenaje conjunto de todos los países de la UE. ¿Alguien se puede creer tal necedad? La política del siglo XXI es así. Intolerancia hasta para homenajear a los muertos. Triste el homenaje y ruines y patéticos los que así lo concibieron.

Con los años que vamos sumando a la mochila, hemos visto casi de todo. Los pretextos argumentales del actual Gobierno superan con creces los precedentes conocidos. Mentir o cambiar de opinión -a gusto del consumidor- se ha hecho todo un clásico en estos tiempos. Como los españolitos tragamos con todo porque nos han llevado al huerto mitológico de las derechas y las izquierdas, resulta que aceptamos pulpo como animal de compañía si la fechoría está protagonizada por 'uno de los nuestros' y todo lo contrario si la cometen 'los otros'. Los urdidores de la crispación y la polarización están de enhorabuena, han conseguido crear la versión 3.0 de las dos Españas. La diferencia con la anterior es que ahora el personal va muy a lo suyo. En esta sociedad hay más cultura y se vive infinitamente mejor que hace cien años. Algunos discursos ideológicos están más que desfasados.

La inmensa mayoría de los dirigentes actuales eran unos críos a principios de la década de los ochenta, muchos de ellos ni habían nacido. Fueron los años del plomo de ETA. Sólo en 1980 se produjeron casi un centenar de víctimas en el conjunto del Estado. Un atentado cada tres días y medio. Es complicado de olvidar para quienes perdieron seres queridos, aunque una cosa sí ocurría entones, las ideologías políticas quedaban en un segundo plano porque lo prioritario era ir de la mano ante el terrorismo. En 2024, al contrario, se utiliza la ideología para discriminar, en el peor sentido de la palabra, al contrario político, al que ni se respeta.

La memoria colectiva es frágil, precisamente de eso se aprovechan quienes manipulan a su antojo la opinión pública, sea desde instituciones públicas, redes sociales manoseadas o a través de las filtraciones a los medios de comunicación amigos. Y cómplices. Qué pena. Los asesinados aquel 11-M en nombre de sí sabemos quién se merecían algo más en este vigésimo aniversario.