circle
Reels

Menudo Panorama

Por Pedro Santa Brígida

"Si hay que cambiar de opinión se cambia"


"Damas y caballeros, estos son mis principios; si no les gustan, tengo otros", esta conocidísima frase del genial Groucho Marx está más vigente que nunca en esta España nuestra del siglo XXI. Hace no tanto, los ciudadanos corrientes podíamos casi creer -siempre con las reservas oportunas- lo que decía nuestro Gobierno. Ahora ni de broma. El mundo cambia a velocidad de vértigo y el populismo es lo que prima en la política actual.

Esta semana escuché la entrevista del periodista Carlos Alsina en Onda Cero con expresidente José Luis Rodríguez Zapatero. Nada me sorprendió, conozco a mi paisano desde hace ni se sabe. Somos de la misma ciudad y de la misma edad. En estado puro, a la pregunta sobre por qué Pedro Sánchez se contradice sobre la amnistía respecto al conflicto catalán, con lo dicho hace algún tiempo, subrayó: "Si hay que cambiar de opinión, se cambia".

Pedro Sánchez es hijo político de José Luis Rodríguez Zapatero, el ideólogo de los cordones sanitarios contra el demonio y el infierno de la derecha. No sé para que me formé en la universidad -debo entender que ahora desfasada- porque me enseñaron que el socialismo es contrario al nacionalismo, a los privilegios de los territorios, a la desigualdad de los ciudadanos, independientemente de su origen.

Como nos conocemos desde el pasado siglo, no me sorprende en absoluto lo que dice Zapatero, defensor de las aministías concedidas por políticos a otros políticos porque "ha habido decenas en todos los gobiernos desde la II Guerra Mundial". Claro, así nos luce el pelo. Vivimos en mundo mejor, ideal, con líderes políticos decentes, sin guerras, sin miserias, sin hambre, con total igualdad y justicia entre hombres y mujeres, también entre los condenados por un tribunal: unos van al talego (los comunes), algunos no por motivos diversos (Griñán) y otros ni siquiera son juzgados (Pujol).

En este planeta ideal, en este mundo de Yupi en el que parece vivir Zapatero, con su propio presupuesto, su oficina pagada con nuestros impuestos, sus escoltas, sus conferencias y sus pseudo intermediaciones diplomáticas internacionales (Venezuela), no todos opinamos igual. Yo no, desde luego. A mi modesto entender, la justicia debería ser igual para todo quisqui, sea político, electricista, empresario o periodista.

De acuerdo con las amnistías, pero -a mi juicio- siempre aprobadas por dos tercios del Parlamento, no sólo por el Gobiereno de turno, así se evitarían los chanchullos partidarios, los oscuros intereses políticos y las milongas mediáticas. El mundo no es -no debería ser- del marketing político, de los lobbys, de los listillos de turno, de los aprovechados del sistema...

Lo sensato, lo lógico, es que Pedro Sánchez se hubiera presentado a las recientes elecciones generales esgrimiendo la bandera de la aministía. No lo hizo, claro. Hace tan sólo cuatro años prometía encarcelar a Puigdemont en España. Ahora defiende que él y otros tantos complices del 1-O deben ser amnistiados, lo necesita Cataluña y lo necesita España. Hay que superar el conflicto... Digamos que eso es lo de cambiar de opinión...

Mi problema, el de gran parte de mis paisanos, es que viviendo en Castilla y León me siento un pardillo, un pringado que paga los platos rotos de otras mesas políticas, que soy un mindundi que no pinta un carajo en el contexto nacional porque lo que manda ahora a nivel estatal es ser nacionalista -o independentista-, antimonárquico, contrario a la Constitución del 78...

En Valladolid el Gobierno no paga un soterramiento del tren porque es ¿excesivamente? caro, pero sí en la gran ciudad de Moncada y Reixac (621 millones de euros). En mi querido León, tuvimos que conformarnos con un semisoterramiento y una extraña estación ferroviaria porque tampoco había dinero hace unos cuantos años ¿Por qué? ¿Soy ciudadano de segunda? Pedirle a Zapatero que me lo explique es como demandar a Pedro Sánchez que 'si hay que mantener unos principios, se mantengan'. 

Aunque no se sientan aludidos, va por ellos: "Es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente". También lo dijo Groucho Marx.