Tengo dudas de que se trate de una guerra en el sentido estricto de la palabra, aunque va camino de convertir Oriente Próximo -otra vez- en un polvorín de riesgos incalculables para la estabilidad mundial. Mientras en Israel lloran, en Irán sonríen -de momento- y en Gaza rezan. El ataque terrorista de Hamás ha sembrado de sangre inocente un territorio que sufre un conflicto casi bíblico.
Las imágenes que circulan estos días por televisión y, sobre todo, por las redes sociales son espeluznantes (en Israel están censuradas). La masacre que ha provocado el grupo islamista palestino en una parte de Israel es terrorífica: cuerpos degollados, desmembrados, calcinados... niños, ancianos... Sin piedad, con una crueldad inhumana, a modo del más siniestro conflicto bélico.
El principio acción-reacción está a punto de confirmarse nuevamente. Además del habitual intercambio de misiles entre Israel y Hezbolá, el ejército hebreo está reuniendo a cientos de miles de soldados junto a la frontera de Gaza. La entrada en territorio palestino es inminente y las consecuencias se pueden predecir. La escalada de violencia se multiplicará de manera impredecible. Los rehenes judíos en manos de Hamás están sentenciados.
Desde tiempos inmemoriales, el islamismo radical ansía la desaparición de Israel, quien a su vez tiene sometido al pueblo palestino de una manera atroz y perversa desde hace más de setenta años. Los judíos, con sus razones y traúmas históricos, no han encontrado una mejor fórmula para acomodarse entre los países árabes, que haciéndose fuertes militarmente y subyugando e impidiendo que Palestina sea un estado con todos sus derechos.
Y ahora que parecía que la diplomacia ganaba terreno al eterno conflicto con el acercamiento entre Israel y Arabia Saudí, los grupos armados islamistas (sin duda, apoyados económica y militarmente por Irán, entre otros) han apretado el botón de la guerra, siendo plenamente conscientes de que quien pagará con su vida los platos rotos será la población que sobrevive en la Franja de Gaza. Quizá sea eso lo que pretendían (además de matar a cuantos más judios), que la furia de Israel se desate contra la población civil palestina y así generalizar la guerra en la zona con el mundo árabe.
Países como EEUU, Reino Unido, Francia o Alemania ya han anunciado que están contra el terrorismo y del lado de Israel. Como no, China y Rusia se han puesto de parte de los palestinos. España ni está ni se la espera porque el Gobierno está dividido, como en tantos otros asuntos. A Sumar le ha costado tres días calificar lo ocurrido como 'terrorismo'. La ideología una vez más por encima de la lógica y de la razón.
Netanyahu, el primer ministro de Israel, es un populista de manual. Su desmedido ego le precede allá donde va. Estaba en la cuerda floja hasta el ataque de Hamás, a quien le interesan los muertos -ajenos y propios- con tal de que el polvorín de Oriente Medio estalle. La vieja aspiración del régimen de los ayatolás es la misma desde la desaparición del Sha de Persia en el pasado siglo: la aniquilación del pueblo judio.
No me puedo quitar de la cabeza la imagen de decenas de niños masacrados en un Kibutz. Tampoco las eternas escenas del llanto de las madres palestinas por sus pequeños muertos en Gaza. ¿Alguna vez acabará este drama? ¿Los seres humanos seremos capaces de resolver este conflicto? Me temo que no. De momento, la partida la van ganando los cabrones que deciden que "cuanto peor, mejor".
DEP todas las víctimas inocentes de otra estúpida guerra, entre ellas la española Maya Villalobo.