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Deseo de sufrir, deseo de ganar


Años atrás, hemos visto cómo muchos de nuestros días han estado gobernados por fuerzas que consideramos superiores a nosotros mismos, hemos sentido cómo se nos iba de las manos la fuerza para salir del barro, y manchados y sin aliento para continuar decidimos esperar, ¿a qué? A que algo dentro de nosotros nos dijera que no nos rindiésemos, que en algún momento todo iría bien si nos manteníamos fieles, si creíamos en algo, si nos dábamos una nueva oportunidad.

 

Ralph Waldo Emerson dijo esto: "Para la mente obtusa, toda la naturaleza es plomiza. Para la mente iluminada el mundo entero arde y destella con luz". El momento en que pasamos el umbral de lo que consideramos como suficiente sufrir, ya rotos por dentro, nada puede haber sino la luz enterrada bajo toneladas de cemento. Una vez cae el muro, cae con él cada ladrillo de inseguridad, desamparo e insatisfacción que lo sostenía.

    La bandera roja que todos hemos sentido alguna vez en nuestras pieles es el límite del que huímos porque significa dolor, significa que hemos tocado una parte de nosotros de la que no nos sentimos orgullosos o creemos que mantenerla solo nos llevará a experimentar niveles de insatisfacción similares a lo que hemos venido teniendo hasta ahora, ¿quién quiere seguir en un lugar donde no se siente amado?, ¿para qué continuar al lado de gente que no cree que las cosas sean posibles para ti?

    Empeñarse en vivir, o empeñarse en morir. Si experimentamos tanto dolor, ¿por qué no nos marchamos de donde estamos? Porque el temor a la pérdida siempre es mucho mayor que el deseo de ganar. Así es como se construyen vidas de sabotaje contínuo. Es un día avanzar para el siguiente retroceder. Si lo que queremos sinceramente es tener algo de certidumbre acerca del cambio que queremos acometer lo primero que tenemos que hacer es elevar nuestros propios criterios como lo hicieron personas inspiradoras como Leonardo da Vinci, Abraham Lincoln, Matin Luther King, Rosa Parks y muchos más que como ellos se dispusieron a darle más peso a sus deseos que a sus miedos.

    ¿Pero cómo podemos elevar las metas si no sabemos si seremos capaces de alcanzarlas? Si pensamos esto antes de hacer nada, ya hemos empezado a sabotearnos. No lo intentaremos porque no creemos que podamos, y el temor a sentirnos mal es mayor que la posible recompensa de habernos decidido a dar el paso. ¿Y qué si lo intentamos y sale mal?. ¿y qué si no lo sabemos todo pero saltamos a la piscina en busca de un sueño?

    Creer que se puede es el poder que subyace detrás de cada gran éxito que se haya conseguido en la historia. Es lo que nos da vitalidad, lo que nos permite sentir que todo cuanto somos vale para algo más que seguir soportando, que algo es posible para nosotros. Virtualmente, desplegar lo que tenemos, sea poco o nada, servirá para mejorar las cosas, estoy convencido de ello. Y tú también debes estarlo si esperas tener algo de éxito con el devenir de cada una de tus acciones.

 

¿Qué podemos aprender de todo esto? Que nuestro futuro y lo que decidamos para él, sufrir o ganar, está íntimamente relacionado con nuestros criterios acerca de nosotros y no los que otra persona, la sociedad o los problemas nos impongan o crean que somos. Nada puede decidir el futuro que no sea la propia persona que trabaja en su presente. Cada uno somos dueños de lo que hacemos y de aquello por lo que trabajamos.