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Estados de ánimo: un poder ilimitado


Los cuerpos pueden ser utilizados como herramientas de construcción o de devastación. Estados de ánimo que levantan la vida o que la sustituyen por pasajes de oscuridad y desolación. La trampa en la que caemos todos en algún momento de la vida es la de no saber con exactitud cómo la vamos a emplear y si nos sentiremos identificados con ella.

 

La identificación con quiénes somos pasa por diferentes etapas en las cuales se puede ejercer un control consciente unas veces e inconsciente otras. Cuando nos sentimos con pleno poder para controlar hasta las cosas más absurdas vivimos a favor de la corriente, sentimos un poder de dominio absoluto que hace que todo fluya, realmente todo va a nuestro favor incluso aquellas cosas sobre las cuales no parecemos tener control. Y lo mejor es que somos conscientes de ello y nos aprovechamos. Resulta fácil sentirse bien cuando uno hace exactamente lo que tenía planeado.

 

Cuando no identificamos el rumbo que de una forma iconsciente estamos tomando es cuando llegan los problemas. No hay mayor desazón para el alma que comprobar que podemos haber estado años viajando sin destino, y sin una alarma que nos avisase del peligro. Nadie escapa a estos espacios de tiempo porque sencillamente carecemos de suficientes formas de cambiar nuestros estados de ánimo, y cuando no ejercemos un control consciente sobre ellos, serán ellos mismos los que nos guíen a través de sus puntos de vista, de su propia concreción sobre las cosas. Esta es una de las formas que tenemos las personas de perder la decisión de configurar nuestros destinos, el no ejercer un estado de poder sobre nuestros estados de ánimo. Al suceder así, dejamos de identificarnos con lo que hacemos.

 

Todos podemos dejarnos convencer de que alguna fuerza exterior nos ayudará a vencer en el presente pero también puede uno actuar sobre sí mismo para cambiar ese presente y su futuro. Las componendas a corto plazo son dependientes de causas externas, acontecimientos que por azar se han alineado a nuestro favor, sin embargo, el estado en que se encuentran nuestra mente y cuerpo puede ser utilizado para revolucionarlo todo en un instante.

 

¿No sería mejor utilizar nuestro cuerpo y mente de forma deliberada y no esperar a que la fortuna venga dada del lado de la suerte? Todas las sensaciones de estar llevando la vida exactamente por donde queremos responden a nuestra capacidad de controlar nuestros estados de ánimo, lo que se traduce en una identificación propia.

 

Fisiología

Podemos estar seguros de que cualquier forma que adopte nuestro cuerpo variará la manera en que percibimos cada momento.

 

Por lo general, las cosas son menos emocionantes de lo que nos imaginamos, pero es nuestra interpretación y las adaptaciones corporales que utilizamos para expresarlas las que elevan cualquier suceso cotidiano a la categoría de emocionante. Si deseamos disfrutar de una paseo relajante no podremos conseguirlo si ponemos cara de aburrimiento o andamos cabizbajos. Necesitamos una fisiología proporcional a la magnitud de las emociones que el momento nos puede transmitir. Si yo quisiera dejar de sentir miedo durante un aterrizaje, ¿cómo lo voy a conseguir?, tendré muchas más posibilidades si decido mantener la calma y confiar en la habilidad del piloto, con un rostro y una postura serenas, que si me agarro con fuerza al asiento con gesto de pánico y rezando para que no ocurra nada. La fisiología es sin duda una de nuestras mejores armas.

 

Representaciones mentales

Las emociones tóxicas existen porque les damos credibilidad en lugar de destruirlas. No pararé de repetir que aquello en lo que nos enfocamos es aquello que vamos a obtener. ¿Cómo vamos a sentirnos bien si no dejamos de pensar en los sucesos negativos de nuestro día a día, incluso si no paramos de exagerarlos? No se trata de pensar en algo positivo cuando nos ha tocado sufrir una desgracia, pero tampoco tenemos por qué masticar la idea en la cabeza hasta sentirnos todavía peor de lo que deberíamos. Y cualquiera está de acuerdo conmigo cuando afirmo que desgracias reales ocurren pocas, más bien somos nosotros quienes elevamos los pequeños inconvenientes a la talla de desastres.

 

Un pensamiento positivo conlleva una emoción positiva, y como todo lo que tiene que ver con nuestros sistemas nerviosos se graba de forma automática al repetirlo hasta formar un hábito.

 

¿Quién puede esperar a transformar su mente en una máquina de fabricar nuevos y positivos pensamientos, poniendo su estado de ánimo a trabajar siempre a su favor? Si la práctica hace maestros, entonces no hay tiempo que perder.