“Tú antes molabas” es algo tan recurrente que se ha convertido en coletilla. De tal forma que incluso en Los Simpson la encontramos en uno de esos capítulos en los que la familia amarilla viaja al futuro. El mundo de la música, y concretamente el que en este espacio nos atañe, no es ajeno a esta comparativa en la que cualquier tiempo pasado fue mejor. Sin embargo, me voy a centrar aquí en álbumes y, en concreto, en los de Viva Suecia.
El pasado día 2 de marzo tuve la gran suerte de poder pisar por primera vez el Wizink Center de Madrid. Lo hice para ver y disfrutar (y vaya si lo hice) del concierto de Viva Suecia. Fue un gran espectáculo, digno de la dimensión del grupo y del espacio en el que se ubicó. Sólo encuentro un par de peros: que algunas canciones se acortaran para dar cabida a un mayor número de ellas y que las de los dos primeros discos (La Fuerza Mayor y Otros Principios Fundamentales) perdieran relevancia en favor de las de los dos últimos. Y esto me lleva a hablar de Falange.
Porque sí, incluso en este partido político, muy antaño, cuando era algo relevante, se puede hablar de dos etapas bien diferenciadas. Siendo más exactos, de dos grupos de militantes claramente divididos. Por un lado, y ya antes de la Guerra Civil, se encontraban los 'camisas viejas', los primeros integrantes del germen de Falange. Se distinguían por ser más ideológicos y exaltados que las hornadas posteriores y por estar en contra de la unificación, ya en periodo de contienda, con el resto de miembros que acabaron formando FET de las JONS (nombre que bien podría ser el de una banda de cualquier festival).
Tras esta unión, aparecieron los 'camisas nuevas', con objetivos más prácticos y exentos ya de la retórica que nutría a los anteriores. Se podría decir que Franco forzó una unión que vino a significar el alzamiento (y nunca mejor dicho) de la Falange al mainstream. Posteriormente, creció de manera exponencial el número de 'camisas nuevas', mientras que los dirigentes de la facción antigua morían de cualquier forma en la guerra y el ostracismo. Si a estas alturas todavía no tienes claro el paralelismo, te lo explico.
Allí en el Wizink, como si de la plaza de Oriente se tratara, nos dimos cita muchos suecos, cada uno con la indumentaria que le otorgaba el conocimiento del grupo: si te sabías las canciones de los dos primeros discos eras una 'camisa vieja' y si solo cantabas las de los dos últimos, una 'camisa nueva'. De esta forma, los apolillados cantábamos 'Los años' y los almidonados 'El bien'. El crecimiento de Viva Suecia hacia fórmulas más comerciales se traduce, de manera respetable, en poder llenar recintos como el que les dio cabida el 2 de marzo. También en colaboraciones con Leiva o Valeria Castro, en botellas de Emilio Moro y, sobre todo, en dinero.
De manera sincera afirmo que no solo me parece lícito todo ello, sino incluso justo. Los grupos tienen que ganar dinero, y cuanto más mejor. Sin embargo, sí que es cierto que, en deferencia con aquellos que gustamos más de su sonido añejo, no estaría mal que se le diera una mayor importancia a las canciones que construyeron los dos primeros discos y, por ende, dieron un escalafón sobre el que alzarse a la banda murciana.