Me reconozco un obsesionado con el tiempo. Aquellas personas que me conocen suelen hacerme bromas. Aseguran que soy una agenda viviente, en ocasiones 'tarado' con mi propia organización. Supongo que son las consecuencias de tener una vida en la que intento encajar demasiadas cosas, o de esta sociedad que nos impone que, si no aprovechas cada minuto de la manera que sea, estás desperdiciándolo.
La cuestión es que este funcionamiento me hace llegar muchas veces justo a diferentes compromisos sean del tipo que sean, personales o profesionales. Con la lengua fuera, pidiendo incluso disculpas por haber llegado incluso unos minutos tarde. Y es aquí donde les dejo el pequeño consejo del día. O dos.
El primero, que intente darse siempre una o dos horas para sí mismo. No, no hablo de una o dos horas para salir a correr, para ponerse una película y tirarse en el sofá o para encender el ordenador y consultar diferentes cosas. Me refiero a tiempo de verdad. Tiempo en el que no haga nada. En el que pueda estar a solas consigo mismo. Tiempo puro, que le permita pensar. Que le haga llegar a lo más profundo de sí mismo y le permita cuestionarse el por qué de muchas cosas.
Piense, medite, use la cabeza. Sé que este intento de consejo es complicado. Yo soy el primero que muchas veces no lo cumplo. Y de ahí que usted, que me lee, puede coger o dejar mi propuesta. Pero créame que es lo más sano que pueden haberle propuesto en los últimos días.
Segundo consejo, intente proponerse llegar a sus citas cinco minutos antes de lo previsto. ¿Ha quedado a las nueve? Esté como un clavo a las nueve menos cinco. Cumplirá una doble vertiente. Por un lado se ahorrará contratiempos con llegar tarde a sus compromisos. Y en segundo lugar, tendrá esos minutos de automeditación personal que comentábamos unas líneas arriba y que, si bien no son esas una o dos horas que decíamos, sí dan para pensar y poder afrontar esa situación que le viene con más tranquilidad.
P.D. Ahora que parece que todo el mundo vuelve a hablar de El Canto del Loco por un regreso que nunca se dará... 'Qué caro es el tiempo'.