Es natural tener curiosidad por las cosas que nos rodean. Por ejemplo, ¿por qué la mayoría de las canciones que escuchamos rondan los 3,5 minutos?.
No se trata de un cálculo realizado en base a la duración óptima que debe tener una canción, sino más bien a una limitación de la tecnología en los inicios de la grabación musical.
Los primeros discos planos que se usaban en los tocadiscos poco antes de 1900 permitían introducir 2 minutos de audio en los de 10 pulgadas y 3 en los de 12. Si querías aprovechar al máximo el disco, debías adaptarte a esos tiempos.
El siguiente avance técnico ocurrió con la llegada del disco de vinilo. Nuevamente, las limitaciones técnicas impedían grabar una canción que superase la franja de los 3 ó 4 minutos, por lo que la idea de que ese era el tiempo idóneo para las canciones comenzó a calar en la sociedad.
No fue hasta la llegada del cassette y el CD que las limitaciones desaparecieron; sin embargo, el estándar de tiempo de las canciones estaba tan arraigado en la sociedad que se continuaron creando en torno a esa duración ya establecida.
Y llegó la música en streaming. Podemos crear y escuchar tanto como queramos, pero nuevamente la tecnología, el mercado y especialmente el consumidor han condicionado la situación.
Si hace años el éxito de una canción o álbum se medía por el número de ventas, hoy se mide por las reproducciones. Plataformas como Spotify, la mayor del mundo, contabilizan una reproducción a partir de los 30 segundos escuchados, por lo que los artistas no tienen incentivo para hacer canciones más largas. Una vez más, el estándar de los tres minutos se mantiene, aunque ya no haya limitaciones técnicas. Los usuarios demandamos piezas cortas y el artista solo está interesado en retenernos unos segundos; lo demás no importa.
Curiosamente, no solo ha disminuido la duración de las canciones, sino también el número de palabras en los títulos. Esto responde a la necesidad de facilitar la interacción con los dispositivos inteligentes, que cada vez juegan un papel más importante a la hora de reproducir nuestra música favorita.
La tecnología y los consumidores hemos influido de manera decisiva en la música actual, llevándonos hacia canciones más cortas y con menos letra. Nuestro comportamiento y tendencias de consumo condicionan lo que escuchamos y cómo lo hacemos. Y lo seguirán haciendo.