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Conectados

Por Emilio Rodríguez García

¿Cómo funciona Internet?


Nos conectamos cada día a la red desde múltiples dispositivos (ordenadores, tablets, teléfonos, relojes inteligentes, etc.) pero, ¿sabemos qué hay detrás y cómo funciona?

Si simplificamos mucho podemos decir que se trata de ordenadores y cables. Más grandes, más pequeños, con mayor o menor potencial, pero todo a lo que accedemos vía internet está almacenado en un ordenador en algún lugar del mundo.

Imaginemos la red como una biblioteca. Al llegar (conectar) le pedimos al bibliotecario el libro que queremos leer (página web), éste lo registra en el cuaderno de peticiones y usa los diferentes pasillos y escaleras de la biblioteca para llegar al mismo con el objetivo de llevarlo a nuestras manos.

Para hacer nuestra analogía más real tendríamos que explicar que, una vez que el bibliotecario encuentra el libro, al ser muy grande y aparatoso para trasladarlo de manera rápida, separa las páginas y con la ayuda de varios becarios nos las hace llegar, poco a poco.

Si recordáis, la semana pasada os hablé de cómo nos espían. Esto equivaldría al resto de personas que están leyendo en la biblioteca y que aprovechan que pasa el becario para ojear la página que lleva en sus manos.

Por último, pero no menos importante, está el director de la biblioteca. En cualquier momento puede consultar el cuaderno de peticiones -y ser consciente de todos los libros que se han pedido- así como bloquear el paso del bibliotecario, ocultar libros o revocar nuestro carnet de socios, impidiendo nuestro acceso a la biblioteca.

¿Y cómo se conectan las bibliotecas entre sí?

Ahora vamos a pensar a lo grande. Entendemos cómo funciona una biblioteca, ¿pero y si el libro que quiero está al otro lado del mundo?. Pues creamos pasarelas entre las mismas para que los bibliotecarios y becarios puedan pasar de unas a otras. 

Aunque estemos en la era de lo inalámbrico, todo el tráfico de Internet pasa por cables que conectan los diversos continentes. Ha sido, hasta ahora, la manera más eficaz de poder conectarnos. Se estima que existen unos 430 cables submarinos que recorren más de 1 millón de kilómetros.

En la siguiente imagen (sacada de Submarine Cable Map) se puede ver el esquema de estos cables y los nodos (puntos blancos) donde se conectan a cada país que cuenta con ellos.

 

El origen de todo esto no está en internet, sino en el telégrafo. En 1858 se desplegó el conocido como 'Cable del Atlántico', un cable submarino que conectó Newfoundland (Canadá) con Valentia Island (Irlanda) permitiendo la comunicación telegráfica entre América del Norte y Europa. No duró más que unas semanas en funcionamiento.

No fue hasta 1866 cuando se logró el gran hito en la historia de las telecomunicaciones, al permitir una transmisión de mensajes mucho más rápida que los métodos anteriores, que dependían de barcos y correo postal.

Cada cable, de fibra óptica, no tiene más grosor que nuestro brazo, aún así es capaz de transmitir el equivalente a 100 DVDs cada segundo. Las empresas propietarias de los cables suelen ser grandes empresas del sector comunicación como Verizon, Deutsche Telekom, Orange, Vodafone, Level 3 o Telefónica, entre muchas otras, que financió varias conexiones entre España y las islas (Canarias y Baleares) o con nuestros vecinos italianos.

En España conectamos en su mayoría por el sur (Cádiz) donde tenemos puertos principales de entrada con América pero también cables para dar soporte a las Islas Canarias. Fijaros lo sencillo que sería dejar a todas las islas sin internet, tan sólo desenchufando un simple cable. Por suerte, estos centros operativos están fuertemente vigilados y cuentan con una gran seguridad, no obstante, así de expuestos estamos en esta era de la globalidad.

De hecho, esto fue lo que ocurrió hace unas semanas a Namibia, Congo, Angola y Gabón, cuyo acceso a la red se vio comprometido al romperse por un desprendimiento submarino el cable SAT3/WACS

Cuando esto ocurre, parte del tráfico se traslada por otros cables o se intenta enviar a través de tierra. Alternativas siempre hay para evitar una ?catástrofe? en un mundo totalmente digital. Por desgracia, un cable de miles de kilómetros sumergido en el océano está expuesto a infinidad de peligros: desprendimientos, anclas, sabotaje, etc.

Cuando ocurre un problema, se envía un barco a repararlo; identifican la sección afectada, lanzan un garfio, pescan el cable, lo suben a bordo, lo reparan y lo vuelven a bajar. Dicho así suena fácil, pero el proceso puede llevar meses.

 

No sólo estamos expuestos a las inclemencias de nuestro planeta. Cualquier gobierno tiene la llave para abrir o cerrar el acceso a la red.

Ejemplos tenemos muchos aunque el más reciente es el de los casi tres millones de manipures (región al norte de India) que llevan desde el 3 de mayo sin poder conectarse a Internet por orden del gobierno central de India. El bloqueo se inició a raíz de un episodio de violencia étnica, y mantiene a los ciudadanos incomunicados desde hace casi 100 días.

No es la primera vez que India aprieta el botón de apagado; en 2019 bloqueó Internet durante 7 meses a los 8 millones de ciudadanos de Chachemira.

Rusia también ha hecho lo propio durante la guerra de Ucrania, donde ha intentado limitar y restringir el acceso a la red del país vecino para dificultar sus movimientos. En este caso -y como os hablé en Elon Musk y la revolución de la libertad- la aparición de Starlink ha sido decisiva para que los ucranianos mantengan acceso a internet y su vida y economía puedan sobrevivir.

Starlink es una subsidiaria de SpaceX, también fundada por Elon Musk cuyo objetivo principal es proporcionar acceso a Internet de alta velocidad en todo el mundo utilizando una red de satélites en órbita baja de la Tierra.

Otro día os contaré lo fácil que es espiar la huella digital que dejamos en la red. Ya os adelanté que no hay seguridad en internet, así que no tenéis excusas para ser más cautos con lo que hacéis.