El miércoles se conocía la noticia del ahogamiento de una niña de cuatro años en un colegio de Madrid. El suceso se produjo poco más de las 11 de la mañana en una piscina cubierta, siendo atendida en primera instancia por el personal del colegio y, posteriormente, por los servicios de emergencias de SUMMA 112 de la Comunidad de Madrid. Fue trasladada en estado muy grave al Hospital 12 de Octubre donde acabó falleciendo.
Este trágico suceso es la primera noticia de impacto acerca de los ahogamientos que hemos recibido en 2024. Sin embargo, no es el primero ni será el último, por desgracia. Ayer mismo se conocía de dos ahogamientos más en esta misma semana en la playa. Y en pleno furor de noticiario, algunos medios se aventuraban a tratar un tema del que tantas veces se ha intentado concienciar en vano por muchas entidades sin prácticamente repercusión: los ahogamientos están en aumento.
Según la web Ahogamiento.com que recoge la estadística de ahogados en el medio acuático, ya son 176 fallecidos en lo que va de año, datándose más de 300 incidentes. Esta web promovida por la Escuela Segoviana de Socorrismo a trasvés de su director Luis Miguel Pascual, recoge datos conocidos, de lo que se presume que aún quedarán muchos datos pendientes de conocer cada año. Esta web, operativa desde 2013 y de forma totalmente altruista, hace un resumen anual con todos los sucesos donde se pueden observar públicamente los escalofriantes datos.
El promedio de incidentes supera los 1.000 anuales. De ellos, más de 500 terminan en la defunción de la víctima. También se refleja claramente mayor incidencia en los hombres frente a las mujeres y, contrariamente a lo que pueda parecer lógico, se trata de población joven. Además, los datos recogen muchas víctimas menores de 18 años, no siendo algo exclusivo de la adolescencia.
De los datos recolectados y analizados se puede observar la alta incidencia en lugares sin vigilancia profesional, es decir, donde no existe socorrista presente que permita prevenir la situación, rescatar en caso de incidente y, si es necesario, iniciar la reanimación de la víctima. Pero a pesar de que los datos sean claros y de fácil acceso, existen muchas asignaturas pendientes tanto por las administraciones como por parte de los propios bañistas.
Tal como nos refleja Luis Miguel, "prácticamente todos los incidentes con niños se deben a un fallo de la supervisión de los adultos". Se tratan de ahogamientos prevenibles que se dan en cualquier medio, incluso, en piscinas domésticas con 20 centímetros de espesor de agua. De hecho, remarca que se han estudiado los ahogamientos infantiles, viendo que una distracción de 27 segundos de los adultos es suficiente para lamentar una víctima.
Entre las recomendaciones preventivas que nos ofrece Luis Miguel, se recogen: "Bañarse siempre en lugares con vigilancia, respetar las restricciones y normas, tener a los niños al alcance del brazo, usar dispositivos de flotación como chalecos que estén homologados,…". Sobre las personas mayores, recomienda "el baño con especial cuidado, en zonas sin oleaje y evitando lugares recreativos".
De cualquier forma, es muy difícil lograr unos datos mínimamente aceptables sobre los incidentes acuáticos. Si lo comparamos con los accidentes laborales han sido necesarios más de treinta años de actuaciones preventivas y legislaciones que se endurecen para reducir los fallecidos a la mitad. Algo similar a las defunciones secundarias a accidentes de tráfico, donde la tecnología tiene un papel importante con el uso de rótulos luminosos, campañas publicitarias y, evidentemente, los radares.
Sin embargo, es más complejo los sucesos relacionados con el agua. El bañista adulto posee el mayor peso en la prevención de su ahogamiento. Desde evitar el baño en lugares peligrosos o prohibidos hasta tomar clases de natación, algo que le permita mantener la calma y tomar decisiones acertadas ante una situación de tensión.
Por otro lado, la supervisión de los niños es imprescindible, tal como trata de concienciarnos cada año la campaña #ojopequealagua. No es suficiente con dejar a un menor en la piscina pensando que se encargarán los socorristas. Debe quedar claro que su función no es el cuidado de menores sino la vigilancia de todos los bañistas. Además, es frecuente ver un enfrentamiento de los padres desautorizando al profesional cuando trata de corregir las imprudencias de los niños.
Resulta evidente que la actividad preventiva para toda la población es, únicamente, la conciencia del riesgo.