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Con zuecos y pijama

Por Marcos Pastor Galán

MIR autonómico


Entre las cuestiones que se han hablado en los últimos meses con la incertidumbre política, se encuentra la posible transferencia del proceso de formación especializada delos médicos. El donante de la gestión sería el Ministerio de Sanidad y las receptoras, las Consejerías de Sanidad de las Comunidades Autónomas. Esta posibilidad se ha rumoreado tras una rueda de prensa donde se trataba la implicación de las autonomías en la formación de los residentes y una posible transición del modelo actual. A partir de ahí, las máquinas se encendieron para tratar el tema, como siempre, alertando del caos supremo que implicaría la medida.

No ha sido necesario mucho tiempo para que se pronuncien en contra desde la oposición política al gobierno, por supuesto, sin argumentar al respecto. Y como la prensa habitual no ejerce presión, se utiliza para ello Redacción Médica, la web donde los magnates de la sanidad mueven sus propios hilos. Como cada medida que se toma en España, se ha politizado con la finalidad de dar lugar a polémicas poco productivas e innecesarias. Y este rédito político llegó en el mismo momento en que la gente salía a la calle a "putodefender" España, como ellos mismos alardeaban en su demostración de lenguaje precario.

Sin embargo, la noticia que no corrió tan deprisa fue que el 13 de noviembre, se desmintió que el MIR fuese a ser una competencia autonómica, al menos a corto plazo. También se omitió algo que sí puede resultar catastrófico, el Tribual Supremo da la razón a los centros privados y podrán seleccionar a los residentes. Esta situación es realmente alarmante porque es un ataque al sistema de formación costeado por el Estado. Pero, ¿por qué les puede parecer mal que el MIR lo gestionen las autonomías pero callan si lo gestionan empresas privadas?

Para analizar los pros y contras de cada estrategia, debemos remontarnos a unos meses. En mayo se eligieron las plazas de residencia del personal sanitario y, como cada año, hay plazas desiertas en medicina, ya sea porque no son atractivas por su ubicación o porque no se quiere escoger esa especialidad en concreto. No es algo realmente problemático dado que es habitual y completamente respetable.

Por otro lado, los incendiarios de la profesión que se expresan en Redacción Médica trataron de inculpar al Gobierno dentro de su línea editorial y alegando que el problema es la remuneración del médico. Sin embargo, ¿cómo va a ser un problema de remuneración si se completan las plazas en las facultades y se presentan al MIR más médicos que plazas? ¿Cómo va a ser un problema del Gobierno actual si es algo reiterativo en cada promoción? Es más, la tendencia de los últimos 4 años ha sido aumentar las plazas totales del MIR y mejorar poco a poco las condiciones laborales. Con ello, vse ha visto que la proporción de plazas desiertas disminuye.

La posibilidad de que las autonomías gestionen en MIR es una locura si se valora con el criterio actual en que se ejecuta. Ahora bien, es cierto que las autonomías tendrían másfacilidad para ofertar las plazas realmente necesarias, repartiendo de forma más correctalas especialidades conforme a las previsiones de jubilación a 5 o 6 años. Esto podría facilitar que la oferta se ajuste mejor al empleo futuro. Es más, permitiría garantizar el acceso al empleo al residente, incluso suprimiendo el sistema oposición.

Además, la gestión autonómica permitiría también organizar mejor las diferentes ubicaciones de las rotaciones, teniendo mayor independencia y favoreciendo que puedan ser más atractivas si no tienen un lugar preestablecido inamovible. Y en este punto del tema es cuando podemos preguntarnos si no sería más conveniente que las Comunidades participen más en el sistema actual, olvidando la posible transferencia y con mayor efectividad en la formación.

Por supuesto, como siempre es mejor la crítica que la propuesta, tanto la prensa como las Consejerías han preferido tomar el primer camino de forma casi previsible. Imposibilitar cualquier mejora es garantizar la polémica vacía y sin utilidad para resolver la problemática. Y si para ello se utilizan supuestos medios de comunicación sanitarios, se genera mayor crispación en el sector, sin siquiera necesidad de aclarar que se ha desmentido la "primicia".