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Con zuecos y pijama

Por Marcos Pastor Galán

La dieta como estilo de vida (II)


Hace dos semanas comentaba la opinión popular sobre la alimentación. Empezaba con el hecho extendido de adelgazar para un propósito concreto sin que exista un mantenimiento posterior, una forma de motivación como es el verano (para tener buen cuerpo en la playa) o una celebración especial (el poder usar una ropa concreta en una boda, mismamente). Sin embargo y, como casi todos sabemos, este tipo de objetivos provocan un efecto rebote en el peso, aumentando incluso más de lo inicial.

Este fenómeno se debe a un falso concepto que tenemos, el control. Es habitual escuchar que se tiene el control de algo siempre que se pone un riesgo innecesario. Desde quien bebe alcohol por encima de cualquier límite concebible hasta quien decide conducir, trabajar o hacer algún deporte bajo los efectos de drogas de abuso. Y con la alimentación, sucede exactamente lo mismo. Creemos poder controlar los aumentos y disminuciones de peso, pero solamente es una demostración de ignorancia.

Siempre se ha utilizado el concepto dieta como sinónimo de alimentación, incluso se le pone nombre a ese plan alimentario. Pero desde hace ya bastantes años trata de asociarse la palabra dietaal concepto 'estilo de vida', alejándose totalmente de la exclusividad de la comida. Esta intención tiene por objetivo reducir la obsesión alimentaria para enfocar el día a día como punto de partida para una vida mejor. Debe existir un equilibrio entre la alimentación y la forma en que pasamos cada día.

Tal como dije en la primera parte, tenemos la dieta Dukan (ahora conocido como Keto), dieta detox, dieta -añádese aquí cualquier nombre entre tantos. Independientemente del nombre y la metodología, son formas de alimentación que omiten nuestra forma de vivir y adaptación a ello. Omiten que, quizás, no sea la mejor forma de alimentarse según nuestro día a día y nuestro trabajo, desplazamientos, familia, aficiones, ... Porque se llaman dieta cuando solo abarcan comida, fuera de la idea actual de lo que es dieta.

Lo último en surgir es el ayuno intermitente. Un ayuno de X horas que debe coincidir con el horario en que reducimos nuestro consumo energético. ¿Es útil? Sí. ¿Funciona? Depende. Un ayuno de entre 8 y 10 horas garantizadas, donde solo ingerir agua o infusiones, permite controlar mejor la alimentación desorganizada y con picoteo nocturno. Además, favorece el descanso al no estar comiendo hasta el momento antes de acostarse. Pero como todo, al final tiene su parte adversa. Aunque es fácil de adaptar a cualquier profesión y tipo de vida, tiene gurús que destrozan su parte positiva.

Hay aplicaciones, webs, influencers y todo tipo de información que te orientan sobre cómo prolongar ese ayuno hasta alcanzar las 18 horas. Una auténtica aberración, antinatural y, sobre todo, peligrosa. Por supuesto, en pleno 2023 donde todo es denunciable, son consejos que "tú decides si lo quieres seguir y si te vez capaz". Dicho de otra forma, ganan dinero con la ingenuidad y desconocimiento de los demás recomendando barbaridades. Eso sí, con una coletilla que les exima de responsabilidad legal.

Al final, la lógica aplastante también vuelve a ser la verdad y, nuevamente, cabe recordar que la alimentación debe ser variada y en su medida, sin exceso de cantidades. Y máxime cuando se trata de niños. Es más fácil que los más pequeños quieran comer algo sobrecargado de sabores añadidos, a base de salsas y con buena publicidad. Sin embargo, es en el domicilio y desde bien pequeños donde se educa el paladar. Minimizar la sal, rebozados y las presentaciones publicitarias para ensalzar la comida más tradicional.

Es fácil que a un niño no le guste la coliflor o el repollo (véase yo mismo), pero con un poco de tacto sí coma tomate con orégano y aceite, ensaladas con fruta, etc. Hasta hace bien poco era habitual decir "no sabe a nada" cuando, en realidad, lo justo es decir "no me sabe a nada". Prácticamente todo lo comestible tiene sabor, es nuestra percepción quien aporta los matices y también hay que educarla. Cuanto más natural y variada es la comida, más fácil resulta sacar matices positivos.

Por desgracia, siempre han sido más económicos los productos menos saludables. Esto es porque tienen mucho más proceso donde engordarlo y porque vienen ya preparados por una industria de alta producción. Pero si el coste puede llegar a ser una excusa, se conoce que en España se desechan toneladas de alimentos cada año. Algunos por haberse estropeado, otros por haberse cocinado en exceso y quedando como sobrante.

O lo que viene a ser igual, quizás comprando menos cantidad, cocinando la cantidad realmente necesaria (no el doble) y aprovechando todo el producto, podemos permitirnos comida más saludable y de mejor calidad. Priorizar la calidad a la cantidad es fundamental para seguir un estilo de vida útil, saludable y fácilmente mantenible