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Con zuecos y pijama

Por Marcos Pastor Galán

Maternidad trasplantada


Los trasplantes en España son un hecho que ha cogido fuerza poco a poco con mucho esfuerzo y trabajo. Si bien es cierto, la donación de órganos en asistolia (es decir, de un paciente fallecido) cada vez es más extensa. Si bien es cierto, ha mejorado el sistema de trasplantes, los tratamientos posteriores y el cuidado del paciente que recibe un órgano, permitiendo reducir el rechazo por parte del organismo.

Sin embargo, tiene tanta importancia o más el hecho de que haya más familias concienciadas en la causa, más posibilidades para una persona que espera el momento de que llegue su trasplante. Hasta hace muy poco, existía una creencia de vacío si se donaban los órganos. Incluso, circularon bulos religiosos que apuntaban que el paciente no subiría al cielo si no estaba el cuerpo íntegro o que no debía ser enterrado.

Una de las noticias que ha tenido mayor relevancia estos días es la maternidad de una mujer tras un trasplante de útero. La donante, ha sido su hermana viva, que altruistamente (como toda donación) le ha facilitado cumplir el sueño de gestar. Este hecho se ha producido en el Hospital Clínic de Barcelona, perteneciente al servicio público de salud de Cataluña donde celebran ser pioneros en la técnica en nuestro país.

Es sabido que esta técnica ya había sido utilizada antes y tuvo una controversia alta. El primer trasplante exitoso de útero se dio en 2014, en Suecia y requiere de una fecundación in vitro para llevar a cabo la gestación. Sin embargo, todo trasplante tiene alto riesgo y conlleva un tratamiento muy agresivo para evitar el rechazo del órgano en el cuerpo receptor. Esto implica que se termine extirpando el útero trasplantado tras el parto, eliminando así las complicaciones.

Esta intervención no contó con el apoyo de la Organización Nacional de Trasplantes, fruto de las dudas bioéticas que planteaba. Cabe destacar que se trata de ejecutar cirugías no exentas de riesgo para la donación sin que garanticen el éxito de la gestación. Es decir, no queda claro el equilibrio riesgo-beneficio teniendo en cuenta que el objetivo es desarrollar un embarazo.

Si nos ceñimos a la bioética, debemos conocer primero que los comités tienen por labor analizar y asesora a los profesionales y los pacientes, tratando de protegerlos. Como son de carácter consultivo, no toman decisiones vinculantes, no generan una norma o ley. Sabiendo que su labor intenta esclarecer lo que no se recoge en las leyes, se basan en los principios de la bioética, en los derechos humanos y fundamentales, tienen en cuenta la evidencia científica al respecto y deben enmarcarse en la legalidad vigente.

Como ya es sabido, los principios de la bioética son cuatro: Autonomía, garantizando la libertad de elección de la persona quien debe tener toda la información relativa al proceso; Beneficencia, obligando a que toda actuación sea en el bien del paciente y su calidad de vida; no maleficencia, evitando causar un daño físico y psicológico a mayores del ya existente; y justicia, asegurando que exista un acceso equitativo y eficiente al servicio.

En este caso, y tratándolo de forma resumida, es comprensible por un lado que las pacientes asuman el riesgo de la donación conforme a la autonomía. Por otro lado, el principio de no maleficencia y de justicia quedarían reñidos, teniendo en cuenta que no es una cirugía necesaria para la vida. En cuanto a la beneficencia existe una parcialidad, es cierto que la maternidad puede llegar a ser visto como una necesidad en la vida de una mujer, siempre de forma particular y no como una generalidad.

Es difícil sacar una conclusión sin extenderse varias páginas sacando todos los resquicios de la bioética. Quizás, si el sistema de adopciones no acumulase una lista de espera inexplicable tanto para los pequeños como para los padres, sería más factible evitar estos trances. Una operación de tal calibre con el probable desecho del órgano puede llegar a generar un tráfico de órganos si acaba en las manos equivocadas. Por ello, en mi opinión, es preferible garantizar la salud y mejorar la situación de desesperanza de tantas niñas y niños que esperan una familia.