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A mi juicio

Por Sergio Castro González

Las dos caras de la verdad


El título de esta afamada película estrenada en la década de los 90, protagonizada por Richard Gere, Laura Linney y Edward Norton, trata de un horrible crimen supuestamente cometido por un joven monaguillo del arzobispo de la ciudad de Chicago, al que su abogado intentará defender y esclarecer los hechos en busca de la verdad.

Casi tres décadas después, asistimos al circo mediático montado alrededor de la mujer del presidente del gobierno de España, Begoña Gómez, por un crimen no tan horrible como el de la citada película de Hollywood, pero cuanto menos reprochable.

Si bien me atrevo a decir que la querella que ha salido a la luz, formulada por el autodenominado sindicado "manos limpias" frente a Begoña Gómez, carece de la más elemental calidad técnica de un documento judicial redactado por un abogado en ejercicio y firmado por un procurador habilitado. Parece que detrás de la pésima redacción de la querella se esconden claros indicios delictivos.    

En concreto, a la primera dama se le investiga por un presunto delito de tráfico de influencias y de otro, también presunto, de corrupción en los negocios. Casi nada.

El primero de los delitos que se investigan, regulado en el artículo 429 del Código Penal, castiga al "particular que influyere en un funcionario público o autoridad prevaliéndose de cualquier situación derivada de su relación personal con éste o con otro funcionario público o autoridad para conseguir una resolución que le pueda generar directa o indirectamente un beneficio económico para sí o para un tercero". 

Y el segundo, regulado en el artículo 286 bis del mismo Código castiga a quien "prometa, ofrezca o conceda a directivos, administradores, empleados o colaboradores de una empresa mercantil o de una sociedad, un beneficio o ventaja no justificados, de cualquier naturaleza, para ellos o para terceros, como contraprestación para que le favorezca indebidamente a él o a un tercero frente a otros en la adquisición o venta de mercancías, contratación de servicios o en las relaciones comerciales".

Al parecer, Begoña Gómez, quien dirige una cátedra de la universidad Complutense, sin contar con formación académica que avale su designación como directora, habría utilizado -siempre presuntamente- su influencia para "recomendar", "facilitar" y "conseguir" ayudas y contratos públicos a empresas privadas de su entorno.

 Después de años de ejercicio profesional, puedo decir, que detrás de los indicios delictivos, necesarios para abrir un procedimiento de instrucción, se esconde un cierto poso de verdad.

Desde luego, indicios haberlos haylos, y ya veremos si hay algo más.

Pero para verlos hay que quitarse la venda de la ideología y del partidismo, y simplemente analizar los hechos objetivos en abstracto. Fácil de decir, pero difícil de realizar.  

Del tema de dirigir una cátedra en una universidad pública, sin contar con formación académica para ello, y de la contratación en algunas universidades de estos y otros personajes sin ningún mérito, pero pagados con fondos públicos, habría que volver más a adelante.

Quien sabe. Quizá esto también tenga contenido para una instrucción entretenida.